lunes, 18 de septiembre de 2006

Etapa 3 - Larrasoaña - Cizur menor

Esa noche no dormí muy bien, de hecho el albergue municipal de Larrasoaña es un poco precario en comparación con otros, pero bueno, no vamos a ponernos en plan exigente.

El tramo que va desde Larrasoaña hasta Zuriain es uno de los más bonitos del camino, es como un pasillo formado por la naturaleza en el que los árboles tapan el sol y el único sonido que te llega a los oídos es el del río que baja acompañándote, y al que puedes echar un vistazo de vez en cuando si se abre en el pasillo algún agujero.


El paisaje cambia muchísimo al llegar a Trinidad de Arre, volviéndose completamente urbano, tus pasos discurren por calles llenas de tiendas y de viandantes que hacen su vida normal hasta llegar a Burlada sin que nada más que un cartel con el nombre te lo advierta, siendo muy parecida la transición de Burlada a la misma Pamplona.



De hecho, y con mis debidas disculpas a los allí nacidos, Pamplona no es ni tan grande ni tan bonita como la pintan. La catedral me pareció algo fea, y el cuerpo no me pidió pagar los más de cuatro euros que costaba entrar a ese sitio que han hecho suyo (sin descuentos para el peregrino). Además no me sentí nada cómodo en la ciudad, quizá sea el efecto huída del peregrino a las grandes ciudades que dice Benedo, o quizá fue que me cansé pronto de ver pintadas de "Gora Eta" y carteles de autodeterminación del País Vasco. El hecho es que atravesé la Ciudadela (bonito y soso parque) y llegué en un momento a las afueras, donde está la universidad.



Antes de la una estaba ya fuera de la ciudad, camino de Cizur Menor, por cinco kilómetros más merecía la pena salir de Pamplona y pasar la noche lejos de la ciudad. Y de hecho, fue una de las mejores decisiones que tomé, llegué a Cizur Menor en un periquete y di con mis pies en el albergue de Maribel Roncal, una encantadora mujer con un precioso albergue. Ya no sólo fue el hecho de encontré unas duchas decentes y un sitio bueno donde lavar toda la ropa, sino que Benedo y Apolonio, los amigos canarios que conocí en Larrasoaña, estaban también allí. Estuve toda la tarde y parte de la noche hablando con ellos y planificando la siguiente etapa, pretendimos llegar hasta Cirauqui, y junto con otros dos amigos vascos que llegaron después en bicicleta, pasamos la tarde. Apolonio es un tío encantador, se le ve buena persona, y Benedo es un gran conversador, es muy abierto y cuenta unas historias magníficas.

Cené una infusión en el mismo sitio donde comí, en el asador Tremendo, donde por cierto comí mejor que en ningún sitio, por nueve euros menú con ensalada riquísima de verano, que llevaba pasta y frutas, y un churrasco de segundo que estaba de lujo, todo con vino, que hizo que si me quedaban algunas ganas de seguir doce kilómetros hasta Uterga, se me quitaran de repente.

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