martes, 19 de septiembre de 2006

Etapa 4 - Cizur Menor - Cirauqui

La etapa de este día se emprendía divertida, ahí estaba el alto del Perdón, gran y temido enemigo, que luego se quedó en nada. Si el camino de Santiago puede tener un enemigo pequeño, ése es el alto del Perdón. Comparado con las subidas infernales bajo la lluvia de Sant Jean Pied de Port que destrozaron mi guía, esta subida era y fue pan comido.


Llegué a lo alto a la vez que los vascos de las bicicletas, que habían salido una hora después de mí de Cizur Menor y allí la fiesta peregrina de fotos y montajes al lado del monumento estaba montada. Es una experiencia indescriptible el poder mirar atrás desde lo alto y ver los Pirineos, Pamplona y toda la subida, y después mirar al otro lado y ver Logroño y todo el horizonte. Te entran ganas de coger al primero que pase y decirle: "Mira, ¿ves esas montañas? pues desde detrás de ellas vengo yo andando...", y si no fuera porque él te diría que "yo también" más de uno lo haría.





La bajada del Perdón se me hizo casi peor que la subida, con un montón de piedras sueltas enormes y una pendiente que hacía sufrir a las rodillas. Así llegué a Uterga, para después pasar por Muruzábal.


Desde Muruzábal se ofrecía la oportunidad de ver la Ermita de nuestra Señora de Eunate, pero suponía cambiarse al camino aragonés, y, como dice Benedo, siempre está bien dejar algo por ver para la siguiente vez. De hecho no me arrepentí en absoluto, Óbanos es un pueblo muy bonito, y la plaza con su arco que ha de pasar todo peregrino, con su bonita iglesia, merecen mucho la pena. La iglesia por dentro es una preciosidad, una señora mayor que allí estaba interrumpió sus oraciones para ponerme un sello y charlar un rato conmigo.


A la salida de la iglesia me encontré a Benedo, que me acompañó hasta Puente la Reina para comer allí. Comimos un menú en el primer restaurante que encontramos para después emprender la marcha a todo trapo hasta Cirauqui. Lo que yo no sabía hasta entonces era que Benedo era que, además de organizar etapas de senderismo en sus ratos libres, era cartero. Vamos, que mientras mi trabajo consiste en estar ocho horas sentado, el suyo consiste en estar ocho horas andando de portal en portal, y, como él mismo dice "anda de cojones". Me costó seguirle el ritmo pero lo conseguí, sobre todo para llegar hasta el alto que hay antes de llegar a Mañeru, pero al final el premio estuvo en el precioso albergue de Cirauqui en el que nos dimos una merecida ducha y lavamos la ropa sucia. Comí lo que pillé en una tienda de comestibles y me quedé frito en un instante, incluso antes de apagaran la luz, cosa rara en mí...


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