sábado, 30 de septiembre de 2006

Etapa 15 - Sahagun - Reliegos

Otra cosa buena del albergue Viatoris es que no hay hora de salida por la mañana. Así que decidí darme un "capricho" y dormir esa mañana hasta las ocho. Eso supuso que no vi a Apolonio y al curioso grupo (formado por un chico Noruego, Steve, dos chicas austriacas y Apolonio) hasta llegar al albergue, pero mereció la pena dar un par de vueltas más en la cama.



A la salida de Sahagún estaba lloviendo una lluvia fina y constante que no paró hasta llegar a Bercianos, un pueblo sin nada en el que hice una parada técnica en el bar. Allí me encontré a Evelyn, que no había llegado hasta Sahagún el día anterior, se había quedado en Terradillo de los Templarios y sólo llegaría en esa etapa a El Burgo Ranero. Aún así decidí volver a encontrarme con ella en el albergue municipal de León, un día después.


La etapa seguía aburrida, sosa, nada más que un apeadero y las ganas de llegar a León como único aliciente para dar un paso tras otro. Llegué a El Burgo Ranero sobre la una y pico y comí un menú de 8€ en el restaurante Piedras Blancas. Ensalada y conejo asado delicioso, con un vino tinto leonés bien frío. Me dio fuerzas de sobra para seguir hasta Reliegos, donde terminé en el único albergue del pueblo.


Los días pasaban despacio dentro de lo rápido que pasó el camino entero antes de llegar a León, recuerdo muy bien las ganas que tenía de ver la catedral y pasar todo esos tramos tan llanos que aburrían muchísimo. El Bierzo y Galicia no quedaban ya muy lejos...

viernes, 29 de septiembre de 2006

Etapa 14 - Carrión de los Condes - Sahagun

Con mucha diferencia, la etapa más sosa y más aburrida de todo el camino. Tras atravesar a todo gas, para hacerlo menos pesado, los 18 kilómetros de desierto palentino, llegué a un pueblo soso, simple y que parecía abandonado, para volver a hacer otra burrada de kilómetros hasta otro pueblo igual. De hecho las ganas de salir de Palencia te hacen recorrer los kilómetros como nunca, con tal de llegar a Sahagun, primera ciudad de León.


Sahagún tampoco es ninguna maravilla, de hecho la iglesia de San Tirso es de lo más bonito y no es nada del otro mundo. Lo que pasa es que en comparación... pues merece la pena.



El albergue, Viatoris, de reciente creación, fue nuestro destino. Es un albergue que inicialmente iba a ser una casa de cultura, o algo así, y que su creador artístico estuvo acondicionando con un precioso rosetón en su recepción que da a la calle y hace muy bonito. Al final decidieron hacer un albergue, y realmente éste se divide en un bloque enorme con muchísimas literas y el otro chiringuito donde está la recepción. Internet es gratuito, y me dejaron usar un lector de tarjetas para sacar algunas fotos de mi cámara y poder mandárselas a mis amigos. Todo el mundo fue especialmente amable conmigo, sobre todo Eva, la hospitalera, que además de ser una chica muy atractiva, es muy simpática y nos atendió perfectamente en todo momento.

En el fondo, además del albergue, lo único que merece la pena destacar de un día así es que comí en el albergue de Terradillo de los Templarios lentejas y albóndigas por 7€, con vino, que aquí siempre los menús vienen con vino, que el vino de la casa es el buen vino.

jueves, 28 de septiembre de 2006

Etapa 13 - Itero de la Vega - Carrión de los Condes

Éste fue el primer día que no me despertó Benedo, en eso creo que no le echaré de menos... jejeje. Como los primeros días me despertó el quehacer de los peregrinos y salí del albergue sobre las ocho de la mañana.


Llegué a Boadilla del Camino y vi su iglesia, bastante bonita al igual que la población, la verdad es que me arrepentí de no haber hecho noche allí, pero bueno. En el camino me acompañaron hasta Frómista un grupo de cuatro coreanos, tres chicas y un chico hasta llegar a las esclusas del Canal de Castilla. El Canal de Castilla es muy bonito, y sus esclusas también. Impresiona ver que toda esa cantidad de agua y ese río artificial está puesto ahí por la mano del hombre.





Frómista me gustó bastante, es un lugar muy habitable, un sitio muy bonito y muy placentero. Podría haberme quedado allí, pero eran las once de la mañana y preferí visitar sus puntos emblemáticos y seguir mi camino. La iglesia de San Martín y la de San Pedro, la iglesia del Castillo y su avenida principal, y seguí camino de Carrión de los Condes, que era mi meta ese día.


A partir de Frómista el camino se convierte en la vía de servicio de la P-980. Un andadero que parece no tener fin va paralelo a la carretera y el paisaje se vuelve más aburrido que nunca en estas dos semanas.


Aún así no queda más remedio que seguir y pasar por aburridos pueblos que parecen abandonados hasta llegar a una de las grandes maravillas del camino: la iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga. Obra de los Templarios, es una auténtica preciosidad que emerge en mitad de la nada castellana. Es más una catedral que una iglesia, sus columnas y su majestuosidad lo dicen todo, merece muchísimo la pena pagar unos míseros cincuenta céntimos por visitarla.



Después de esta alegría llegué a Carrión de los Condes, la ciudad es muy bonita, y tiene mucho que aportar culturalmente al peregrino. Me hospedé en el albergue parroquial, pues el de las monjas estaba lleno, pero luego fui a hacerles una visita a la iglesia de Santa María del Camino, donde pude ver a las pobres monjas, presas, rezando Ave Marías una y otra vez sin parar de una forma repetitiva. La iglesia adosada al convento está especialmente diseñada para que las monjas puedan dar comunión, era bastante bonita con sus azulejos y sus cristos tan realistas, que impactan muchísimo.

Después también pude ver el museo, y la riqueza de la iglesia, para después comprar unos dulces típicos de las monjas que me vinieron bien para el desierto de 18 kilómetros que me esperaba en la etapa del día después.

Cené por fin un menú en la cervecería JM, muy rico todo por 8,5€; ensalada y huevos fritos con patatas y jamón.

A mi vuelta al albergue me encontré con el loco Apolonio, que hacía noche aquí tras haber pactado con un noruego y dos austriacas llegar el mismo día a Santiago. Parece que le llegó la cordura por fin.

miércoles, 27 de septiembre de 2006

Etapa 12 - Hornillos del Camino - Itero de la Vega

Salí bastante temprano del albergue, aunque Benedo y Yolanda ya se habían ido. Ha sido una etapa en solitario, desde hacía mucho tiempo no andaba solo. Los chicos canarios tomaron cada uno su propio camino; Benedo correrá hoy hasta llegar lo más lejos posible para coger un autobús que le lleve hasta Barcelona donde pasará el resto de sus vacaciones. Y Apolonio ha conseguido prolongar sus vacaciones el tiempo justo como para, con el ansia por hacer kilómetros que le había dado últimamente, poder llegar hasta Santiago. La verdad es que los voy a echar mucho de menos, sobre todo a Benedo y a su don de gentes, cómo gritaba a los peregrinos, cómo me decía "pichón" o "muyayo", o cómo expresaba su "Se murió what do you say!". Pero el camino es el camino, y te enseña a valorar lo que tienes cuando lo tienes y a disfrutar de los momentos cuando los vives, y no cuando los pierdes. Seguro que algún día el camino de la vida nos vuelve a unir.


Después de la caminata de ayer, ya Hontanos quedaba a tiro de piedra. Llegué en un momento y me encontré allí a Evelyn, una chica irlandesa muy simpática que había visto en alguna etapa anterior, y que me acompañó camino de Castrojeriz.


Los bosques y el paseo con sombras se había terminado, la interminable estepa castellana se apoderaba del camino. Antes de llegar a Castrojeriz sorprende mucho encontrar los restos del convento de San Antón, por los que pasa la carretera local y también el camino, y más sorprendente todavía es que esos restos puedan ser un albergue de peregrinos. La verdad es que es una pasada pararse a pensar que en este mismo lugar curasen a los enfermos hace casi mil años. Siempre en el camino es curioso usar la frase "en este mismo lugar...".


Castrojeriz es un pueblo muy bonito, aunque su belleza quizá radique en que está más o menos a mitad de camino entre ser un pueblo antiguo y un intento de ciudad. Nos cobraron un euro por ver la colegiata de Nuestra Señora del Manzano, convertida en un delicado museo que también permite ver a Santiago y a la virgen y que, aunque no lo parezca, no interfiere en poder ver la estructura y la belleza del edificio.


Peor fue el euro que nos cobraron por ver la iglesia de San Juan, que estaba en obras, hecha un asco y prácticamente no se podía ver nada, pero bueno, no siempre se puede acertar.

Después fue cuando subí el Alto de Mostelares, para poder ver desde arriba lo que me esperaba, un adelante de la locura de arados y explanadas hasta que pude llegar a León y a El Bierzo. Tengo la gran suerte de ser un profundo admirador de Castilla y sus horizontes, pero reconozco que puede ser como para volverse loco para aquél que necesite una sombra. De hecho es que después de bajar el alto y hasta poder ver a lo lejos el puente Fitero, fueron situaciones asombrosas en las que no se veía más que campo marrón y horizonte al fondo en los cuatro costados; lo dicho: para volverse loco.


De hecho no sé si por la locura de atravesar estos campos o por una mala señalización, acabé con mis pies en Itero del Castillo en lugar de en Puente Fitero, así que aproveché para ver su gran iglesia, con su bonito campanario, para volver sobre mis pasos hasta el puente y la Ermita de San Nicolás, que es muy bonita, pero lo que más destaca es la fuente manual de agua que hay detrás, no había visto nunca en mi vida una funcionando, es una pasada aunque no sea potable...


Así llegué a Itero de la Vega donde acabé la etapa, me metí en el albergue Itero, pagué cinco euros con tal de no buscar más y cené una ensalada preparada que compré en una tienda del pueblo.


martes, 26 de septiembre de 2006

Etapa 11 - Atapuerca - Hornillos del Camino

Inicialmente esta etapa estaba previsto hacerla corta para no derrotar mucho a Yolanda. Después los planes se torcieron.



Salimos temprano de Atapuerca, Burgos estaba ya cerca y eso se palpaba en el paisaje; los pueblos se convertían en calles de casas, chalés y parcelas, con pocos servicios para nosotros y la proximidad de Burgos como aliciente para vivir en un lugar así. Desde que paramos en un bar en Cardeñuela el paisaje no fueron más que casas a los lados hasta llegar a la zona de los polígonos industriales. Atravesamos Orbaneja y Castañares y todos los polígonos por una acera paralela a éste.


Llegamos a Burgos, la ciudad seguía tan bonita como la última vez que la vi, sus iglesias y sus calles, y visitamos la catedral por un euro por ser peregrinos, preciosa.


La ciudad se veía de otra forma desde los ojos de peregrino, la última vez no vi ni una flecha amarilla, y ahora las veía todas a la perfección, incluso la hilera de conchas metálicas en el suelo.



A la salida de Burgos paramos a comer la comida que llevábamos a la orilla del río en el césped, y ahí pasamos algo más de una hora sabiendo que éramos afortunados. Nos avisaron que el resto de albergues estarían llenos, en concreto el de Tardajos, así que decidimos llegar hasta Villalvilla y llamar desde allí para poder quedarnos en su refugio si la cosa no pintaba bien.

El problema fue que con las obras de la nueva autopista a León el camino se había desviado definitivamente y no provisionalmente como ellos decían, y han aprovechado el puente sobre el río Arlanzón para hacerte pasar por debajo y no tener que construir ninguna infraestructura más para el peregrino. El resultado es que ya no se pasa por Villalvilla, y que te hacen hacer un par de kilómetros más, con lo que llegamos directamente a Tardajos, donde nos encontramos con un albergue lleno hasta los tomes, no había sitio ni en el suelo. Yolanda se quedó ahí muerta de cansancio y nosotros dos seguimos hasta Rabé de las Calzadas donde están los dos albergues cerrados, y ocho kilómetros más hasta Hornillos del Camino donde, aunque el albergue estaba lleno, nos habilitaron unos colchones en una habitación del ayuntamiento. Otra vez a dormir en el suelo, pero se agradece tras 42 kilómetros de etapa.



lunes, 25 de septiembre de 2006

Etapa 10 - Villafranca Montes de Oca - Atapuerca

Decidí que haría una etapa de descanso para parar en Atapuerca y poder visitar el yacimiento arqueológico. La etapa se hizo increíblemente corta charlando con Yolanda y Benedo, fueron unos 12 kilómetros hasta San Juan de Ortega, atravesando los Montes de Oca, subimos hasta el Alto de la Pedrajae. El paisaje no tenía nada que ver con lo anterior; muchos pinos y un agradable paseo.


En Agés paramos y comimos y bebimos el vino y el chorizo que compramos en Villafranca, era de lo mejor.


Llegamos a Atapuerca, al mejor albergue en lo que va de camino con mucha diferencia. Habitaciones de seis camas, un enchufe por cama, duchas y baños perfectos, etc. Una maravilla por siete euros, de reciente creación, son unas casitas prefabricadas con jardín, se llama 'El Peregrino'.


La visita a los yacimientos nos costó tres euros, fue muy interesante, nos llevaron a todos en autobús y nos hicieron una visita guiada. La verdad es que está todo muy bien montado y merece la pena hacer el alto para verlo. Incluso te descienden a una cueva en la que te hacen una simulación de cómo vivían nuestros antepasados; primero sobre una pantalla con un vídeo y después con una improvisada interpretación con unas esculturas, todo muy bonito y muy interesante.


Para rematar un día redondo cenamos en el restaurante "El Palomar", un restaurante precioso que está decorado super bien tanto por dentro como por fuera. Es muy bonito, atienden muy bien y la comida es excelente.


domingo, 24 de septiembre de 2006

Etapa 9 - Grañón - Villafranca Montes de Oca

Lluviosa y sosa etapa en la que crucé desde La Rioja a Castilla. Ancha y lluviosa es Castilla. Llegué en un momento hasta Villafranca, atravesando sencillas localidades hasta llegar a Belorado, donde comí uno de los mejores bocadillos de tortilla de patata del camino. Poco que destacar de una lluviosa etapa.



Al final llegué al único albergue de Villafranca, que, aunque aparenta ser un poco austero, tiene los baños reformados y las duchas son de lo mejor. Nos atendieron bastante bien, y después fuimos a tomar una tapita en el único bar del pueblo. La mujer era super amable, nos ofreció chorizo y nos sacó hasta unos pimientos que ella misma había cocinado por la mañana, estaban de lujo. La mujer tenía en el bar un pequeño supermercado, y le compramos vino y chorizo, ambos sin etiqueta, que, como nos dijo la mujer, no tenían etiqueta porque eran caseros. Pillé un colchón en el albergue bastante más ancho de lo habitual, y matamos el tiempo hablando con Yolanda, una chica de Moratalaz, la primera adquisición madrileña que conozco en el camino. Ella me dijo que había una chica vallecana en el camino que debería ir por delante, el mundo es un pañuelo.



sábado, 23 de septiembre de 2006

Etapa 8 - Nájera - Grañón

Hora de salida del albergue a las siete y media, media hora antes de lo habitual, a lo que sumamos unos tercermundistas baños, sin agua caliente ni tapa en la taza, dan pocas ganas de dejar donativo en el albergue de Nájera. La etapa fue muy tranquilita, por amplios campos de viñedos, la última etapa por La Rioja.


Benedo y yo nos encontramos una sombra magnífica en la que comernos un loncheado de lomo, un salchichón entero y una cuña de queso con una barra de pan, un avituallamiento cojonudo. De hecho me sentí una de las personas más afortunadas del mundo ahí sentado a la sombra comiendo un chorizo y un salchichón de Mari Pili, conseguí la felicidad con poco, la esencia del camino.



Y paso a paso llegamos a Santo Domingo de la Calzada, un sitio precioso, esperamos tras dejar las mochilas en un albergue a que abriesen la catedral para verla. La única catedral del mundo con un gallo y una gallina reales en lo alto de un retablo, haciendo mención al milagro de Santo Domingo, que yo, personalmente, sí que me creo.



Vimos el resto de cosas de la ciudad y partimos a Grañón, donde se puso a llover justo cuando llegamos al albergue parroquial, donde nos trataron de lujo sin pedir nada a cambio. De hecho, en el cofre de donativos había un cartel que ponía "Deja lo que quieras y coge lo que necesites", me pareció algo increíble. Resumiendo: comí, cené y dormí por un donativo, y a mí no me importa dormir en el suelo, al que le importe que se vaya a un hotel.

viernes, 22 de septiembre de 2006

Etapa 7 - Logroño - Nájera

Cuando desperté no supe dónde estaba mi botella de vino, la que me habían regalado el día anterior y había dejado entre mis cosas. De hecho tuve la tentación de coger una que había en una estatua de Santiago sentado, en su regazo, pero al final no lo hice. Después, mi botella apareció, y me enteré que la botella de la estatua estaba puesta ahí a propósito, dando mala suerte al que la cogiera.


La salida de Logroño es preciosa, Atraviesa el parque de la Grajera, con un bonito lago artificial. El agradable paseo hace que los kilómetros pasen casi sin que uno se entere, incluso cogimos higos de un árbol. Fue entonces cuando llegamos al tenderete de Marcelino Peregrino. Es una persona que te impresiona mucho cuando la ves, sus ojos azules te hacen ver que es una persona antigua, que no vieja, como le escribí en su cuaderno, en el que le encanta que le hagan dibujos. Se dedica a ofrecer manzanas, peras y galletas a los peregrinos, todo gratis, no acepta donativos. A Benedo y a Apolonio les regaló una vara a cada uno, y a mí me escribió en el cuaderno el siguiente poema:


Para Jose Ignacio este poema del "Mendas":
El camino...
me enseña...
a ser mi amigo
y amigo de los demás


Le cogí una galleta de su mesa, y me persiguió a voz en grito con una docena más de galletas y un par de manzanas diciendo que con lo grande que soy con una sola galleta no llego a Santiago. Una persona asombrosa, realmente me alegró el día con su forma de ser, desbordaba bondad por los cuatro costados, era increíble.


Así llegamos a Navarrete, una bonita ciudad pequeña donde comimos un bocadillo de chorizo. En esta localidad quedaban exactamente 600 kilómetros para llegar a Santiago. Tras una larga caminata que pasó por Ventosa solamente para descansar un poco las piernas y coger agua, llegué a Nájera sobre las seis de la tarde. Es un lugar muy bonito, tras dejar las cosas en el albergue visitamos la iglesia, muy 'moderna' para su época y muy impresionante. Mucho más bonito el monasterio de Nájera, el patio interior es precioso y sus columnas son muy bonitas. Mereció mucho la pena hacer noche en Nájera...





jueves, 21 de septiembre de 2006

Etapa 6 - Villamayor de Monjardín - Logroño

El desayuno en el albergue fue excelente; con embutido, tostadas, zumo, no faltó de nada, un buen combustible para el día tan largo que me esperaba.

El primer tramo consistía en atravesar el pequeño desierto, lo hice con Apolonio, que descubrí que también había pasado la noche en Villamayor, pero en el otro albergue. Me dijo que también le habían tratado de maravilla y que sólo le habían pedido el donativo.

Fuimos a paso ligero y lo cruzamos en un par de horas, fue una buena táctica para avanzar bastantes kilómetros sin problemas de aburrimiento, pero hizo que mi cadera izquierda se resintiera.


Entramos en Los Arcos sobre las nueve y media de la mañana. Descansito y a continuar, llegamos juntos hasta Torres del Río, y allí fue donde una mujer de una tienda nos hizo unos bocadillos. Me separé de él en este pueblo y empecé a andar más despacio. A partir de aquí venían una sucesión de subidas y bajadas que me iban dañando poco a poco la cadera. Sobre las cuatro de la tarde llegué por fin a Viana, que me pareció un pueblo feo. Siendo el último pueblo de Navarra y estando sólo a 10 kilómetros de llegar a La Rioja tuve mis dudas sobre quedarme o no. Me senté en un bar a tomar la decisión y teniendo en cuenta que sólo restaban 10 kilómetros muy relajados, y que mis amigos canarios estarían y allí, me aventuré a llegar.



Un descenso tranquilo que me llevó tres horas hasta que llegué al albergue, pues me sorprendió la lluvia y tuve que cubrirme. El albergue de los amigos del camino de Santiago de Logroño es grandísimo y muy bonito, por tres euros pasé la noche, y como resultó que era San Mateo, me dieron una botellita de vino al entrar, en ese momento me alegré mucho de no haberme quedado en el feo Viana.
Entrar en La Rioja fue un antes y un después, sobre todo en el albergue. Cenamos un menú por 9 euros que tenía de todo, en el Café-Bar Moderno, y como eran las fiestas nos tocó una banda. Dormimos bastante bien, entre gente nueva que nos acusaba de correr más que andar, pues habían salido del mismo sitio que nosotros pero un día antes, y les habíamos ganado una etapa.


Además fue el primer día que pude lavar y secar la ropa en lavadora y secadora, por 5 euros. Con toda la ropa limpia y las energías renovadas por estar en un nuevo lugar, empezaba un nuevo ciclo.