viernes, 13 de octubre de 2006

Etapa 28 - Melide - Pedrouzo

Por fin hicimos una etapa corta, treinta kilómetros que discurrían por campos planos verdes de vacas y pequeños bosques de eucaliptos, paralelos a una carretera. Pueblos sin más sentido que cuatro pequeñas casas y un par de animales. De hecho, no pasamos por ningún sitio que tuviese nada importante que fuese digno de ver, y paramos a comer pan con chorizo y jamón sentados en el suelo.




Pedrouzo no es mucho más grande y su albergue, como todos los albergues gallegos, decepcionante. La política del donativo ha terminado con todos sus albergues; el albergue está hecho una mierda y la gente no deja donativo, y como no se deja donativo no se mejora el albergue. Es horrible llegar tras una paliza de kilómetros y no poder darte una ducha de agua caliente.

Quizá la ausencia de servicios sirve para hacerte ver que el camino son las personas y no las piedras, y aquí se demostró, la tristeza de empezar la última etapa al día siguiente se convertía en nervios, y los nervios en una extraña euforia por llegar ya a Santiago por fin.

Cenamos todos juntos en una hamburguesería de Pedrouzo. Pascualín, Gonzalo y yo con Esther, Sonsoles, Óscar y Joana. Por fin los habíamos vuelto a alcanzar, y allí conocimos a Yama, un chico japonés muy alegre y dinámico, a un hombre sevillano que era el amo de la fiesta y a alguna que otra nueva incorporación al improvisado grupo. Conversación y risas, con temas sin relación encadenados hicieron que la pena quedase en un segundo plano, para disfrutar las últimas gotas que quedan de camino...



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