domingo, 15 de octubre de 2006

Etapa 30 - Santiago de Compostela - Negreira

Esa mañana nos juntamos todos a ver la misa del peregrino en la catedral. Yo, particularmente, no creo en la iglesia, pero no tiene nada que ver. Incluso para un no creyente, o para un ateo, es un momento emocionante. Se trata más que nunca de una celebración.

Ayer por la noche, tras toda la euforia, estuvimos en un buen restaurante (¡Se me había olvidado lo que era eso!) tomándonos una buena mariscada, por todo lo alto, con un buen vino blanco gallego, gozando de, como dice Esther, orgasmos gastronómicos producidos por las papilas gustativas. Y todos estábamos felices, todo el mundo reía, incluso Yama sin enterarse de los chistes de Paco alias el Sevi, hasta Eugenia con el que, en su día a día, tiene que ser un tío serio y responsable como Vicente.

Pero no, no fue anoche, la verdadera celebración fue esa mañana, a las doce en punto, cuando la catedral estaba a punto de reventar escuchando a la gente feliz, en la única catedral viva del mundo. Fue muy bonito escuchar al matrimonio que celebraba ese día sus bodas de oro, y también lo fue escuchar las peticiones de los peregrinos en los diferentes idiomas, pero para mí el momento más emocionante de la misa y uno de los más emocionantes de mi vida, fue cuando subió al micrófono un hombre que tenía algo muy importante que contar.


Nos dijo que en diciembre del año pasado le diagnosticaron un cáncer en los dos pulmones. Era muy grave, le dieron un par de meses de vida y su salud comenzó a empeorar rápidamente. Llegó febrero y le dieron la extrema unción. Él le pidió a Dios que le diese fuerzas para hacer el camino de Santiago, que no le dejase morir sin haber cumplido su sueño.

Fue entonces cuando, contra todo pronóstico, empezó a recuperarse para sorpresa de los médicos y unos días antes que yo, el nueve de septiembre, empezó el camino francés. El mismo día que yo, el glorioso día catorce de octubre de 2006 terminó en Santiago, y alcanzó la gloria cuando se puso delante de ese micrófono. Nos dijo también que no éramos conscientes de la fuerza que todos nosotros ponemos en el camino cuando peregrinamos, que a él le había ayudado mucho y que siguiésemos haciéndolo. Lloré, y toda la catedral aplaudió como nunca, fue increíble.

Después vino la despedida, en la fuente de los caballos nos dimos todos un fuerte abrazo y la pena nos inundó, sobre todo al ver llorar a Yama, porque sabíamos que su llanto era de impotencia por no poder despedirse como quería. Yo, me fui el primero, no me gustan nada las despedidas.


El camino de Fisterra - Muxía es el único que tiene la catedral de Santiago como salida en lugar de como meta, y aunque este dato pueda parecer anecdótico (a mí me lo pareció), no lo es para nada. Porque dejar a tus espaldas la catedral de Santiago es un dolor, hace llorar. Viéndola a lo lejos eres consciente de que ya no caminas de la misma forma.






Llegué a Negreira cruzando la preciosa cascada de un pueblo intermedio, y cruzando también bosques quemados por gente sin corazón. Negreira no es bonito, pero uno tiene tan en la cabeza Santiago que ya nada importa.


1 comentario:

Luis Fernando dijo...

"orgasmos gastronómicos producidos por las papilas gustativas"???????? DIOS que definición, ya le puedo dar nombre a lo que siento cuando como un excelente chocolate con leche. En cuanto a que no creas en la Iglesia, pues yo tampoco, yo creo en lo que creo y no en los que otros quieran que crea, sin embargo, creo que la iglesia juega un papel fundamental en la sociedad, a veces para bien, o a veces para mal, y por supuesto que la planificación de viaje la hago en funcion de llegar al Fisterre