jueves, 12 de octubre de 2006

Etapa 27 - Portomarín - Melide

La etapa iba a ser muy dura, y de hecho lo fue. Fueron cuarenta kilómetros bajo un paisaje que cada vez se iba tornando menos bonito y que discurría en su mayoría por los andaderos de las carreteras. De hecho lo más destacable de la etapa fue que comimos en Palas de Rei, una ciudad que no tiene demasiado encanto, pero que nos atendió bien.


Entrando ya en La Coruña conocimos a Luís y a Beatriz, padre e hija, él casado con una madrileña y ambos murcianos. Viven en Murcia y los dos se dedican a la educación física. La conversación con gente nueva hizo el camino mucho más ameno y los cuarenta kilómetros acabaron rápido.


Luís es un apasionado como yo de la historia de El Cid Campeador, y la cuenta como la siente, con tuda su fuerza. Realmente aprecia su actitud, su lealtad. "Qué buen vasallo si tuviese un buen señor", decía, como ejemplo a qué difícil es gestionar a la buena gente que tienes debajo tuyo.


Y así llegamos a Melide, con otro deficiente albergue, esta vez sin agua caliente. Parece mentira que pasen estas cosas en pleno siglo XXI. Puedo pasar por unas malas instalaciones, por un sitio sin servicios, incluso por mala comida o por situaciones similares que no dependa de la administración del albergue directamente pero no por esto, ni siquiera había sello ni hospitalero y, sintiéndolo mucho, ha sido la primera vez en un mes que he salido de un albergue sin dejar ni un duro de donativo, además de bastante cabreado...

Todo eso se olvidó después en el bar Ezequiel, famoso sitio de Melide donde comimos un pulpo delicioso hasta que nos hartamos por cuatro duros. Estuvimos con unos chicos extranjeros, con Bea y Luís, y ahí se produjo uno de los hechos del camino que marcaron la experiencia, más bien confirmaron todos esos días de reflexión. Durante cuatro veces, al verter el vino en mi vaso y después beber un poco, aparecía en la superficie del líquido una perfecta cruz metida en un círculo, incluso vimos cómo se formaba poco a poco. A Luís se le puso la carne de gallina e incluso llamó a su mujer para contárselo, todo el mundo alucinó, incluido yo, por supuesto.


Durante toda mi vida, especialmente desde unos siete años atrás, me ha acompañado la buena suerte. Esa sensación de que podría haber sido horrible en lugar de maravilloso si no hubiese pasado algún detalle sin importancia. Mi madre dice que tengo estrella y otra gente que estoy cargado de buena energía. Yo siempre he pensado que llevo una protección, que "alguien" (o "algo") me acompaña siempre, pues nunca me siento solo. Quizá se trate de una manifestación de eso...

Todo se cumple.

1 comentario:

Luis Fernando dijo...

Que bien lo del vino, sino hubieses puesto la foto podria pensar que estabas un poco mareado jejejeje. Nunca hagas nada para que ese Algo o Alguien que te cuida y ayuda se aleje de ti, segun lo que llevo leido, pareces ser una gran persona y lo que te ayuda es lo que te mereces